Los dos reconocen que encuentran en el otro justo lo que les falta, que se convierten, el uno para el otro, en el contrapunto que necesitan. Y algo así no lo puedes dejar escapar. Por eso Begoña y Antonio, aunque se conocieron siendo casi unos niños, tenían claro que la vida siempre iba a ser mejor si estaban juntos, y de ahí el paso a casarse.
Begoña sabía que su vestido tenía que ser muy especial, pero muy sencillo, por lo que se puso en manos de Paloma Cerezal, que supo plasmar su idea en seguida. Como complementos, unos pendientes de Swarosky, unas sandalias doradas con plataforma (que fueron regalo de sus amigas), y dos coronitas de flores muy especiales. La primera, la que se puso en la iglesia, la realizó Mrs. Petrita. «Le pedí que añadieran joyas de mi abuela, cositas que encontré de ella y hicieron un trabajo estupendo, porque quería tenerla presente en un día así», nos contaba Begoña. La segunda corona era de Maruca, se la puso ya después del baile. «Con el ramo quería algo sencillo de verdad, como si acabara de recoger flores en el campo», y así se lo encargó a la floristería Solydago.
También quisieron que el abuelo de Begoña estuviera de alguna forma presente el día de su boda, y recogieron ramas de olivo de su campo que llevaron las damitas en un cesto de mimbre. Antonio eligió un traje de Roberto Verino y gemelos de Petritas.
En la iglesia de Santa María, en Carmona, se dieron el sí quiero y celebraron el almuerzo en Hacienda Molinillos, con el servicio de catering Delfín Delicatessen. La fiesta la animó Abraham Sánchez de Surdj. Molina y Royo fueron las encargadas de fotografiar este inolvidable 16 de abril de 2016.
Gracias Antonio y Begoña por confiar en nosotros.
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